A pocos kilómetros de la turística Dénia, alejándonos del bullicio de la costa y adentrándonos en el interior de la comarca de la Marina Alta, tenemos la posibilidad de descubrir uno de los valles más auténticos y mejor conservados de la geografía alicantina.
Rodeado de montañas y atravesado por un profundo barranco, este privilegiado balcón con vistas al Mediterráneo ofrece al visitante un evocador viaje a través del tiempo, donde la historia y la naturaleza se entrelazan en un paisaje en el que, durante siglos, el hombre y la Madre Tierra han mantenido un delicado equilibrio, respetándose mutuamente y cuidando el uno del otro.
La Vall de Laguar, compuesta por los tres pequeños pueblos de Campell, Fleix y Benimaurell, ha sido testigo de importantes acontecimientos históricos. En el siglo XVII, fue escenario de una terrible masacre como consecuencia del decreto de expulsión de los moriscos, que se negaron a abandonar sus casas. Un hecho que dejó una profunda huella en la demografía y la cultura de la región, que hubo de ser repoblada por colonos provenientes de otras tierras. Los apellidos mallorquines y catalanes, así como algunas costumbres gastronómicas —como la elaboración de la sobradada—, son prueba de ello.
En el corazón de este valle se encuentra el Barranco del Infierno, el Barranc del Infern, una formación geológica donde el río Girona ha excavado una impresionante garganta de más de cien metros de profundidad. En su punto más estrecho, las paredes del cañón apenas distan unos pocos metros entre sí, formando un corredor natural tan hermoso como mortal. Los primitivos pobladores del valle debieron imaginar que aquel oscuro abismo no podía ser otra cosa que la mismísima entrada al Averno.
La presa de Isbert
La historia de la presa de Isbert es otro sorprendente capítulo en la crónica del valle. A principios del XX, la zona fue objeto de un ambicioso proyecto hidráulico que, aunque fallido, transformaría nuevamente el paisaje y la economía local. Proyectada entre 1928 y 1931 con una altura de 27 metros, y finalmente elevada hasta los 60, la presa de Isbert fue concebida como solución a los problemas de riego de la comarca tras la crisis de la pasa. Sin embargo, el proyecto se enfrentó a un desafío inesperado: la naturaleza porosa del terreno calcáreo. En 1944, tras el llenado del embalse, el agua almacenada desapareció en apenas dos semanas, filtrándose a través de la roca que conforma el lecho del río Girona.
Directamente relacionado con la historia de la presa y su fascinante entorno, es aquí donde se ubica La Casa del Pantano, un hotel rural con una historia tan fascinante como el paisaje que lo rodea. El edificio, que hoy alberga siete acogedoras habitaciones, fue originalmente construido en los años 40 como casa de administración y gestión de la Presa Isbert.
Hoy, La Casa del Pantano ofrece a sus huéspedes no solo un alojamiento confortable, sino también un punto de partida ideal para explorar la rica historia y el entorno natural de la Vall de Laguar. Desde el hotel parte una ruta sencilla que, atravesando un túnel excavado en la roca, conduce a los visitantes hasta la base de la antigua presa, permitiéndoles admirar de cerca esta obra de ingeniería así como el lugar donde se oculta: el impresionante Estret d’Isbert, uno de los puntos de mayor angostura del barranco.
La zona es un paraíso para los amantes del senderismo y las actividades al aire libre. La ruta conocida como “La Catedral del Senderismo“, un recorrido circular de 14 kilómetros alrededor del Barranc de l’Infern, ofrece a los excursionistas una visión panorámica del valle y la oportunidad de conocer el patrimonio cultural de la región, incluyendo antiguos sistemas de cultivo en terrazas y la técnica ancestral de la piedra en seco, declarada Patrimonio de la Humanidad. Más de 6.000 escalones moldeados con esta técnica deberán superar quienes aspiren a completar con éxito este desafiante itinerario.
Para aquellos que buscan emociones todavía más fuertes, el Barranc de l’Infern no solo se admira desde arriba; también invita a ser explorado en toda su verticalidad. El barranquismo, guiado por expertos locales como Fernando Sendra, ofrece una perspectiva única de estas formaciones geológicas, combinando adrenalina con una inmersión total en la naturaleza más salvaje de Alicante.
Turismo responsable y sostenible
La Casa del Pantano, gestionada por Julio y Júlia, padre e hija, se ha comprometido con la sostenibilidad y el turismo responsable. El hotel utiliza energías renovables, implementa prácticas de reciclaje y ofrece a sus huéspedes productos locales, contribuyendo así al desarrollo económico de la comunidad.
Y, hablando de gastronomía y productos locales, a pocos minutos del hotel los visitantes pueden degustar las delicias del valle en restaurantes como El Nou Cavall Verd, donde el chef Evarist Miralles ofrece una interpretación contemporánea de los sabores tradicionales de la región.
Quienes se aventuren a descubrir los tesoros de Vall de Laguar deben hacerlo con un profundo sentido de responsabilidad y respeto. Este valle no es meramente un destino turístico, sino un ecosistema vivo y una comunidad con siglos de historia. Los visitantes tendrán la oportunidad única de sumergirse en esta simbiosis entre el hombre y la naturaleza, pero también la obligación de preservarla.
Cada paso por sus senderos, cada interacción con sus habitantes y cada momento de contemplación de su belleza deben estar guiados por la consciencia de que somos invitados en un delicado equilibrio. Solo así, manteniendo una actitud de reverencia y cuidado, podremos garantizar que este patrimonio natural y cultural perdure para las generaciones futuras.
La Vall de Laguar y La Casa del Pantano representan una alternativa atractiva al turismo de playa, ofreciendo a los visitantes la oportunidad de explorar un rincón de la provincia de Alicante rico en historia, naturaleza y cultura. Este enclave, situado metafóricamente “a las puertas del infierno” —haciendo referencia al Barranc de l’Infern—, se revela como un destino ideal para aquellos que buscan una experiencia auténtica y enriquecedora en el interior de la Costa Blanca.
