Altea, la perla blanca de Alicante, es un destino que, a pesar de recibir miles de visitantes cada verano, logra mantener intacto su encanto bohemio y su magia atemporal. Sus calles empedradas, sus casas encaladas y su imponente iglesia de cúpulas azules son solo el preludio de los tesoros que esconde esta villa mediterránea. Más allá del bullicio del casco antiguo y de las concurridas playas del centro, Altea guarda secretos que solo los más curiosos logran descubrir.
Uno de los mejor guardados se encuentra a las afueras de la ciudad, cerca de la tranquila Platja de l’Olla, una cala de cantos rodados, aguas cristalinas y ambiente familiar que invita al relax. No muy lejos de esta playa y del islote que flota plácidamente frente a su orilla es donde venimos a descubrir este rincón de vegetación exuberante y microclima tropical, una tetería exótica que muchos pasan por alto en su visita a Altea.
Como buenos cicerones, nos adentramos en este oasis de paz para desvelarte uno de los lugares más singulares y evocadores de la Comunitat Valenciana, un espacio que promete transportar a sus visitantes a tierras lejanas sin salir de la provincia de Alicante. Acompáñanos a conocerlo…
Recorrido por el Artículo
ToggleA las afueras de Altea, cerca del lujoso y concurrido hotel Villa Gadea y próximo a la también popular iglesia ortodoxa rusa, se esconde un oasis de tranquilidad que transporta a sus visitantes a tierras lejanas sin necesidad de coger un avión.
Esta singular tetería fue creada hace diecisiete años por André, holandés que la define como una «tetería botánica» y un «oasis de sensaciones». Como tantos otros europeos, André recaló en este pequeño puerto de pescadores del Mediterráneo y acabó rendido a sus encantos, hace ya treinta y siete años. Fue aquí, en la misma parcela abancalada que hoy ocupa la tetería donde decidió establecerse y comenzar una nueva vida, dejándola fluir como las aguas del manantial que encontró azarosamente en el que sería su nuevo hogar.
En un mundo donde las prisas y el estrés parecen haberse adueñado incluso de nuestros momentos de ocio y vacaciones, este rincón paradisíaco invita a ralentizar el ritmo y reconectar con la naturaleza. André comprende bien la necesidad de este refugio. Tras muchos años dedicados al frenético negocio de la venta de flores por toda Holanda, decidió cambiar de vida y establecerse en Altea, el enclave bohemio del Mediterráneo que le robó el corazón.
El Jardín de los Sentidos se extiende por más de 3000 m2 de exuberante vegetación, que André mantiene con mimo pero dejando a la naturaleza cierta libertad. Esta pequeña selva tropical adaptada al clima mediterráneo alberga más de 400 especies de plantas provenientes de los cinco continentes.
Los visitantes inician su recorrido en el nivel superior, donde se encuentra la recepción, la cocina y una acogedora biblioteca. A partir de ahí, un laberinto de senderos, escaleras y puentes de bambú les guía por diferentes niveles, descubriendo a cada paso rincones íntimos perfectos para la lectura, la conversación o simplemente para dejarse envolver por los sonidos de la naturaleza.
Uno de los espacios más emblemáticos es la auténtica cabaña balinesa, que junto con las figuras de Buda y los moáis de la Isla de Pascua, refuerza la sensación de haber sido teletransportado a un exótico destino tropical como Tailandia o Indonesia. En el nivel inferior, una charca con peces de colores y un arroyo natural completan este microcosmos de biodiversidad.
La experiencia sensorial alcanza su punto álgido en la degustación de los más de 10 tipos de té disponibles, acompañados de bizcochos artesanales o fruta fresca de temporada. En verano, los refrescantes batidos y granizados se convierten en la opción preferida para combatir el calor mediterráneo.
«Bed and breakfast» sensorial
André no solo ha creado un espacio para el disfrute del té y la lectura, sino un verdadero santuario para quienes buscan escapar del ritmo frenético de la vida moderna. Su filosofía de paz y relajación se extiende también a los dos alojamientos tipo bed and breakfast que gestiona en la misma propiedad, ofreciendo a sus huéspedes una experiencia inmersiva en la tranquilidad.
El Jardín de los Sentidos se ha convertido en un destino imprescindible para aquellos que visitan Altea. Es un recordatorio de que, a veces, el mejor viaje es el que nos lleva de vuelta a nosotros mismos, a ese espacio interior donde el tiempo se detiene y los sentidos se agudizan.
En un mundo que parece girar cada vez más rápido, este oasis nos invita a hacer una pausa, respirar profundamente y redescubrir el placer de vivir el momento presente, todo ello sin necesidad de alejarnos demasiado de casa.
Información práctica
Para quienes deseen visitar el Jardín de los Sentidos, aquí presentamos algunos detalles prácticos que facilitarán su experiencia:
Horarios:
Verano (1 de mayo al 30 de septiembre): Abierto de martes a domingo, de 16:00 a 22:00 h.
Invierno (1 de octubre al 30 de abril): Abierto sábados, domingos y festivos, de 15:00 a 20:00 h.
Periodo de descanso: Cerrado del 15 de diciembre al 31 de enero.
Precios y servicios:
La entrada tiene un coste de 10€ por persona.
El precio incluye una consumición completa: té o granizado/batido, tarta, frutas de temporada y acceso ilimitado al jardín.
Reservas y acceso:
No es necesario reservar para visitar la tetería.
El jardín cuenta con más de 3000 m2 de espacio, lo que permite acomodar cómodamente a los visitantes sin necesidad de reserva previa.
Consideraciones adicionales:
No se admiten mascotas en el recinto.
Aunque el jardín está abierto a todos los públicos, su ambiente tranquilo y reflexivo está más orientado a adultos que buscan un espacio de serenidad. Las familias con niños pueden considerar si este entorno se adapta a sus necesidades de ocio.
El Jardín de los Sentidos ofrece una experiencia única de relajación y conexión con la naturaleza, ideal para aquellos que buscan un respiro del ajetreo diario en un entorno exótico y acogedor.
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